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Accidente (del griego: συμβεβηκός, symbebekós, ‘contingencia’) en filosofía, es un atributo que puede pertenecer o no a un sujeto, sin afectar su esencia.[1] Es un concepto metafísico, procedente de la filosofía aristotélica, que designa las determinaciones de la sustancia que pueden cambiar permaneciendo esta. No significa un "accidente" como se usa en el lenguaje común, un incidente fortuito, normalmente dañino.
Aristóteles hizo una distinción entre las propiedades esenciales y accidentales de una cosa. Tomás de Aquino y otros teólogos católicos han empleado los conceptos aristotélicos de sustancia y accidente al articular la teología de la Eucaristía, particularmente la transubstanciación del pan y el vino en cuerpo y sangre. En este ejemplo, las sustancias del pan y del vino desaparecen (son aniquiladas) y son sustituidas por las sustancias del cuerpo y sangre de Jesucristo. Además, permanecen los accidentes del pan y del vino (peso, color, sabor, textura, etc.) y, en cambio, los accidentes del cuerpo y sangre de Jesucristo no se hacen presentes. Sustancialmente hay carne y sangre pero con la apariencia de pan y vino.
En la filosofía moderna, un accidente (o propiedad accidental) es la unión de dos conceptos: propiedad y contingencia. El no-esencialismo argumenta que cada propiedad es un accidente. El necesitarismo modal argumenta que todas las propiedades son esenciales y que ninguna propiedad es un accidente.